Tu próximo destino es un país al que llevas yendo desde que naciste, siempre haciendo el mismo viaje en avión, volando por encima de los mismos sitios. Acabas reconociendo los pueblos y las ciudades desde lo alto, aunque a medida que pasan los años, lo vas viendo todo de una manera distinta. Esta vez ha sido mucho más distinta de lo normal. Al despegar, te das cuenta de que no vas a volver a pisar territorio español hasta dentro de tres meses, y se te hace raro.
Dejas atrás amigas y amigos, la mitad de tu familia, Madrid, las croquetas de tu abuela, el Rastro… y sabes perfectamente que lo vas a echar muchísimo de menos.
Llegas, por fin, después de estar en coche, avión y tren, a Guildford, el pueblo en el que vas a vivir los próximos cuatro años de tu vida. Coges un taxi, y aunque ya sabes que conducen a la derecha, te sigue chocando. Abres la puerta de tu habitación y te encuentras con un espacio sin cosas tuyas, aunque poco a poco la irás llenando de libros, apuntes, comida… Sales al pasillo que vas a compartir con otras cinco personas, que en ese momento no conoces, pero que, tras un par de días, se van a convertir en tu apoyo.
La cocina será el lugar donde compartiréis risas, comida, pequeños detalles de vuestro día… Al adentrarte en las clases, en la biblioteca, en el laboratorio, te das cuenta de que hay gente que viene de lugares mucho más lejanos que España, Turquía, Egipto, China, Chipre, Colombia, Rusia, y muchos más países. Vayas donde vayas, te llegan olores de distintas gastronomías, escuchas idiomas que ni siquiera sabías que existían, ves alfabetos que no reconoces de nada.
Te preguntas durante la primera semana si te vas a acostumbrar en algún momento a todo, que en ese momento te parece algo tan fuera de lo normal. Pero pronto te das cuenta de que has llamado a tu pequeña habitación casa.
Lara
Rover Clan Kilimanjaro