Hemos tenido un verano largo, hemos tenido un verano eterno y fugaz a partes iguales. Teníamos dos tiendas de campaña, un puente y un calendario de mentira. Hicimos en la ruta un intento de hacer el camino al andar. Nos despedimos de los Scouters entre risas y lágrimas. Una montaña rusa emocional constante, y el eterno debate que nos caracteriza. Nos encontramos en Gijón compartiendo la vida que pueden guardar tres días. Hablábamos, hablábamos mucho. Creamos un universo aparte para el juego de Grupo (en el que siempre ganamos todas). Presenciamos ceremonias de noches cruciales. Y de pronto, tan rápido como había llegado, el campamento se acababa.
Y volvimos a casa.
La vuelta definitiva, la que duele, la que impulsa, la que te llena la cabeza de recuerdos y dudas.
La vuelta definitiva, la que duele, la que impulsa, la que te llena la cabeza de recuerdos y dudas.
Remamos nuestras propias canoas de forma literal,
nos escribimos a nosotras mismas sobre el futuro,
sobre todo lo que está por llegar.
nos escribimos a nosotras mismas sobre el futuro,
sobre todo lo que está por llegar.

Los finales cuestan un poco menos cuando el nuevo ciclo se abre ante ti de forma cariñosa y eres consciente de los lazos creados, los lazos eternos, los brazos que te cuidan.

Si la horquilla colgara boca abajo, podría pasar por raíz. Quiero prometerme que regaré esta raíz cada día, no por quedarme estancada si no por tener la seguridad de saber que tendré un lugar al que volver. Aunque ese lugar no exista, ese lugar sea yo y seamos todas. El Clan que rema o camina, pero que avanza, que avanza lento, que va lejos, que no tiene ni idea de a dónde va.
Tendremos buena caza, nos reuniremos en noches de largas lunas.
Huellas, pasos, camino. Pasado, presente, futuro.
Larga vida al Clan Kilimanjaro.
Ali Perea García
Rover del Clan Kilimanjaro
Scouter G. Scout 217 Matterhorn