Hemos tenido un verano largo, hemos tenido un verano eterno y fugaz a partes iguales. Teníamos dos tiendas de campaña, un puente y un calendario de mentira. Hicimos en la ruta un intento de hacer el camino al andar. Nos despedimos de los Scouters entre risas y lágrimas. Una montaña rusa emocional constante, y el eterno debate que nos caracteriza. Nos encontramos en Gijón compartiendo la vida que pueden guardar tres días. Hablábamos, hablábamos mucho. Creamos un universo aparte para el juego de Grupo (en el que siempre ganamos todas). Presenciamos ceremonias de noches cruciales. Y de pronto, tan rápido como había llegado, el campamento se acababa.
Una semi despedida y rodamos a Lisboa, rozando Badajoz. Nos avasalla el calor y decidimos desacelerar el ritmo y disfrutar de lo que está por llegar. Recorremos Sintra de noche y dormimos en Aveiro dos noches, cada una en un centro distinto. Pasamos dos días en Drave, el pequeño pueblo Rover. Culminamos en Viseu. Cada día era una historia distinta, mucho más surrealista que la anterior, aunque ya nada parecía sorprendernos.
Y volvimos a casa.
La vuelta definitiva, la que duele, la que impulsa, la que te llena la cabeza de recuerdos y dudas.
La vuelta definitiva, la que duele, la que impulsa, la que te llena la cabeza de recuerdos y dudas.
Remamos nuestras propias canoas de forma literal,
nos escribimos a nosotras mismas sobre el futuro,
sobre todo lo que está por llegar.
nos escribimos a nosotras mismas sobre el futuro,
sobre todo lo que está por llegar.
Y cada una lo hará a su manera, que no será ni la buena ni la mala, porque será la propia. Y estaremos cerca, veremos horquillas en cualquier parte, sonreiremos por las cosas que no se pueden explicar. Querremos volver y ya estaremos lejos. Pero incluso en esa lejanía seguiremos cerca. Avanzaremos, descubriremos otras formas de ver el mundo, sabremos seguir el ritmo. Marcaremos el ritmo.
Los finales cuestan un poco menos cuando el nuevo ciclo se abre ante ti de forma cariñosa y eres consciente de los lazos creados, los lazos eternos, los brazos que te cuidan.
Los finales cuestan un poco menos cuando el nuevo ciclo se abre ante ti de forma cariñosa y eres consciente de los lazos creados, los lazos eternos, los brazos que te cuidan.
Dejamos de remar, no por rendirnos sino por dejar espacio a nuevas canoas, y salimos de la laguna con suficiente aire en los pulmones y las ganas de seguir caminando. El conocimiento adquirido es enorme y hablamos de sentimientos casi palpables como son el amor, la confianza, el cariño, la familia.
Si la horquilla colgara boca abajo, podría pasar por raíz. Quiero prometerme que regaré esta raíz cada día, no por quedarme estancada si no por tener la seguridad de saber que tendré un lugar al que volver. Aunque ese lugar no exista, ese lugar sea yo y seamos todas. El Clan que rema o camina, pero que avanza, que avanza lento, que va lejos, que no tiene ni idea de a dónde va.
Si la horquilla colgara boca abajo, podría pasar por raíz. Quiero prometerme que regaré esta raíz cada día, no por quedarme estancada si no por tener la seguridad de saber que tendré un lugar al que volver. Aunque ese lugar no exista, ese lugar sea yo y seamos todas. El Clan que rema o camina, pero que avanza, que avanza lento, que va lejos, que no tiene ni idea de a dónde va.
Tendremos buena caza, nos reuniremos en noches de largas lunas.
Huellas, pasos, camino. Pasado, presente, futuro.
Larga vida al Clan Kilimanjaro.
Ali Perea García
Rover del Clan Kilimanjaro
Scouter G. Scout 217 Matterhorn