En parques y plazas los bancos abundan por todos lados, son tan familiares que uno apenas se percata de ellos. Son lugares que ayudan a la reflexión y al cariño, ofreciendo un breve descanso al caminante. Pero los bancos no son todos iguales.
Si nos fijamos al caminar podemos encontrar distintas versiones, entonces uno se pregunta, ¿por qué? Y la razón asoma. Hay bancos a los que simplemente se les ha añadido un sencillo apoyabrazos en la mitad, otros que son dos sillas en ángulo recto, etc. Todos con un objetivo común, un diseño basado en la práctica, el motivo es que cuando llegue el frío de la noche, nadie vaya allí a dormir. Por supuesto a nadie han preguntado si quería que su dinero fuese utilizado para esto. Es la solución a la pobreza, hacerla aun más invisible si cabe. Del mismo modo, en los últimos meses se han cerrado por la noche pequeños parques, y grandes centros comerciales han puesto vayas en sus soportales, que por el día permanecen, claro está, abiertas. Todo con un propósito: que la gente de la calle se vaya a otro sitio, donde no podamos verles, donde no nos los crucemos.
Invertir en imagen; ese es el lema del poder en la Comunidad de Madrid. No hay dinero para intentar que la gente se recupere, es mejor esconder al que se cae, porque el poder no ve al caído como una imagen de sí mismo, lo contempla como un problema, no como alguien que siente y padece igual que él mismo.
Pero por supuesto, sí hay dinero para la imagen, es lícito gastarse 28 millones de euros en mover la estatua de Colón a pesar de que el principal discurso político sea el problema de la crisis, o hacer lo propio, al mismo tiempo, con el Oso y el Madroño, aunque no se entrevea ninguna razón para ello. Y ya puestos aprovechar las obras para tapar el pasadizo subterráneo. En ese pasadizo dormían alrededor de ocho personas.
También nos piden que vayamos en metro en vez de en coche, sin preocuparles el haber subido el coste del metrobús, sin preocuparles que su discurso esté vacío, ni la cantidad de dinero que se gasta el gobierno en sus coches oficiales. La salud del metro no es lo suficientemente persuasiva para reducir el número, coste y uso de estos coches oficiales.
Poco a poco nos cambian de sitio las cosas, nos quitan un bosque y nos ponen un campo de golf que nadie ha pedido, que solo unos pocos van a usar, que gasta el agua que ya no es nuestra porque es privada, nos dicen por dónde podemos y por dónde no podemos caminar, nos hablan de democracia.
Y así, sin que apenas lo notemos, nos cambian el diseño de los bancos, sin que se nos pase un por qué por la cabeza.